martes, 13 de septiembre de 2016

ALGUNOS RECUERDOS ACADEMICOS DEL CURSO 1966-67

¿SEGUIRÉ ESTANDO PRESENTE EN EL MUEBLE-BAR DE SU CASA?

Esta pregunta me la he hecho en bastantes ocasiones a lo largo de estos años. Parece una pregunta retórica o más bien sin sentido. Pero tiene sentido, me explicaré. Hay muchas maneras de tener una presencia estática formando parte de los elementos decorativos que llenan una estantería o mueble-bar. La más común es mediante una fotografía, pero también existen distintos objetos que hayamos podido comprar en algún viaje o que nos hubieran regalado. Cuando los contemplamos nos traen los recuerdos de aquellos viajes o a las personas que tuvieron alguna relación con ellos. La anécdota que voy a relatar tiene que ver con un objeto de este último grupo.
Nos tenemos que situar en el curso 1966-67. En Sª Mª de los Ángeles estábamos estudiando el tercer curso. Aquel año iba a ser muy importante en nuestras pequeñas vidas de estudiantes. Iniciábamos la convergencia con el Plan de Estudios de 1957 de la Enseñanza Media. Nuestro destino era el de presentarnos a final de curso, en el Instituto San Fulgencio de Écija, como alumnos “libres” a los exámenes. De esta manera se conseguía que nuestros estudios tuviesen la oportuna validez oficial. Con la inscripción previa, el Instituto nos había convalidado los cursos de Ingreso, Primero y Segundo. El Seminario nos entregó los expedientes académicos a cada uno de nosotros, en el que figurábamos como “Aprobados”.
Este curso del 66-67 fue el primero que tuvimos vacaciones en Semana Santa. Era una gran novedad y una excelente noticia para todos nosotros. Verdaderamente aquellos dos trimestres seguidos y de un tirón, se nos hacían interminables. Estar con la familia unos días suponía descansar y recargar las pilas para dar el último empujón a los estudios.
No voy a insistir en los muchos cambios de orden religioso que se produjeron en aquel curso, con la aplicación de la doctrina del último Concilio Vaticano II. Este tema ya lo traté en un relato anterior.
Otra de las novedades estaba en la incorporación de 2 profesores seglares del pueblo de Hornachuelos. D. Gabriel Albendea Gómez y D. Manuel Cruz Pérez, como refuerzo para las asignaturas de matemáticas y ciencias respectivamente. De estos profesores quiero hablar a continuación. 
En el aula de 3º B, nos tocó como profesor de matemáticas Don Gabriel Albendea. Los recuerdos que tengo de él son malos. Es verdad que veníamos de dos cursos anteriores con un nivel bajo en esta materia, pero tampoco él consiguió explicarnos la asignatura adecuadamente para intentar recuperar el terreno perdido, más bien ocurrió lo contrario. 
Por mi parte entendía bien los conceptos, pero donde realmente fallaba era en la resolución de los problemas. Casi siempre me equivocaba en algún paso o en alguna cuenta y el resultado que me daba era erróneo, con respecto a la solución correcta. De esta forma fui arrastrando suspensos en matemáticas a lo largo de todo el curso. 
Por parte de la Dirección del Seminario se había tomado la decisión, que al final del curso, los alumnos que tuviesen un nivel muy bajo en las asignaturas importantes, no serian presentados a los exámenes del mes de Junio. Con toda seguridad tenían muchas dudas de cual seria el resultado de aquella primera experiencia de los exámenes por el turno “libre” en el Instituto. También tenían miedo a que hubiera demasiados suspensos y estos afectasen al buen prestigio del Seminario como centro docente. 
Claramente esta decisión fue un error, lo único que consiguieron es que perdiésemos una oportunidad para buscar el aprobado. Lo demuestra mi caso, no me presentaron de matemáticas a los exámenes de Junio y sin embargo en Septiembre aprobé con un 6,5. Mi nivel en la materia seguía siendo tan bajo como en Junio. Resultó que el examen no fue tan complicado y logré sacarlo adelante, en definitiva era de lo que se trataba, ¿o no? Estoy seguro que hubo más compañeros con una experiencia parecida y por tanto contaron con una oportunidad menos para intentar el aprobado. 
La asignatura de ciencias se componía de física y química. Nuestro profesor de estas materias fue D. Manuel Cruz Pérez. Lo recuerdo como una persona muy educada, afable y de buen trato. De traje impecable, su presencia significaba un poco de aire fresco en medio de tanta negra rigidez. 
D. Manuel ponía todo su esfuerzo en explicarnos, las veces que hiciera falta, los distintos conceptos y el desarrollo de todas las formulas. Había demasiadas formulas para memorizar. Por mi parte para intentar memorizar mejor, me hacia resúmenes y cuadros sinópticos en aquellas famosas “cuartillas” (salían más económicas que los cuadernos, que su uso era un lujo para nosotros). A base de repasar los apuntes mil veces, conseguía que las formulas entrasen en las neuronas, aunque no todas entraron. 
Sobre finales del mes de marzo de 1967 tuvimos un examen de control mensual de esta asignatura. Previamente había conseguido hacer una “chuleta” con decenas de formulas, en letra súper pequeña, que ocupaban el tamaño de la cuarta parte de una cuartilla. 
Recuerdo perfectamente el sillón con el apoya-brazo derecho para poder escribir (¿os acordáis? Por cierto que mal se debían acoplar los que fueran zurdos…). Me encontraba situado dentro del aula, en segundo lugar a la derecha, pegando a la pared que daba al río. Era una posición muy cómoda pues girando un poco el cuerpo hacia dentro, quedaba fácil sacar la chuleta con la mano izquierda, desde abajo del apoya-brazo sin hacer movimientos bruscos que me delatasen. 
Empezó el examen y D. Manuel casi siempre se mantenía de pie en el estrado de madera. A veces iba de arriba abajo por el centro del pasillo, dando vueltas y controlando. En un momento determinado, que estaba situado atrás, le oímos todos decir: “Ay, ay angelito….” A continuación subiendo más el tono de voz: “¡Por fin te he pillado¡…” 
En ese momento me quedé petrificado y seguramente más blanco que la pared, pero fui incapaz de volver la cabeza. Él se fue acercando con paso decidido y justo se detuvo a mi espalda. En esos instantes era un manojo de nervios, se me escapaban sudores fríos y no me atrevía a girarme. Pero entonces dirigiéndose al alumno que estaba detrás de mí, le cogió el examen y le quitó las hojas con apuntes de las que estaba copiando. Mientras hacía esto, D. Manuel ya se había percatado rápidamente de mi situación nerviosa que era bastante evidente. A continuación dijo: 
- Mira que suerte… Hoy he cazado dos pájaros de un tiro... 
Tomó mi hoja del examen y me pidió que le entregara la chuleta que sujetaba todavía con mi mano izquierda. Mientras dirigía sus pasos hacia la mesa, iba diciendo: 
- Bueno, bueno… ¿pero qué tengo aquí?... Esto no es una chuleta cualquiera… Esto es casi una obra de arte. 
Pasados unos segundos, mientras observaba con asombro y daba vueltas al pequeño papel entre sus manos, continuó diciendo: 
- Decididamente no la voy a romper. Haré con ella un barquito de papel y lo colocaré de adorno en el mueble-bar de mi casa. 
A pesar de este incidente seguimos manteniendo una buena relación. No cambió su trato hacia mí, ni intentó tenerme en el punto de mira. Lo cual es muy de agradecer. Eso sí, lógicamente en aquel examen me lo suspendió con el cero de rigor. 
El alumno que estaba detrás de mí era Rafael Campos Delgado, de Baena. Lo cito porque muchos de vosotros lo recordareis, era un chico gordito, muy risueño y muy buena persona. Además nos llevábamos bien y no lo podré olvidar nunca por esta anécdota, pues era a él al que D. Manuel había visto copiando y de rebote caí yo también. 
Logré aprobar la asignatura de física y química en los exámenes finales, dentro del Seminario. En el Instituto de Écija fue otra historia. En Junio el examen fue dificilísimo, el profesor titular puso unas preguntas que no sabía por dónde empezar a resolver. Suspendí en Junio y en Septiembre, y como consecuencia esta asignatura la arrastré durante el cuarto curso. 
Pasado algún tiempo, en conversación informal, le pregunté a D. Manuel por el destino de la famosa chuleta. Él me contestó que había hecho con ella lo que en su día nos dijo y que la seguía conservando. 
¿Seguiré estando presente aún en el mueble-bar de su casa? 
Supongo que no, por el largo tiempo transcurrido, casi 50 años. Pero en el fondo de mi corazón, prefiero imaginar que mi “barquito” sigue estando allí… Formando parte de los buenos recuerdos… Recuerdos llenos de nostalgia, como otros muchos, que son parte muy importante de la vida de cada uno de nosotros. 

Manuel Jurado. 
Móstoles. Septiembre de 2016. 

P.D. : 
Desde aquí quiero mencionar muy específicamente, a modo de reconocimiento público al R. D. Francisco Javier Varo Arjona. Estuvo con nosotros desde el principio en 1963. Prefecto de estudios desde 1966. De los pocos sacerdotes que fue capaz de reciclarse y ampliar sus conocimientos. Impartió siempre matemáticas a los cursos de 3º y 4º y creo que lo hizo muy dignamente.

17 comentarios:

  1. Manolo, eres bueno con cojones recordando y plasmándolo todo en unas lineas.
    Felicidades, y gracias por compartirlo.

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  2. Manolo, necesito ayuda. Quiero escribir otro relato, pero se ha cambiado la contraseña y no me deja. ¡Ayuda!!!

    Recordamos todos, en efecto, que el profesor d ematemáticas, don Gabriel, era malillo. Cada vez que él mismo se atrancaba en un problema en la pizarra salía con la misma cantinela: "Me lo temía, hemos llegado a una ecuación de segundo grado". Como aún no habíamos dado esas ecuaciones, se dejaba el problema sin resolver, y a nosotros con un palmo de narices.
    Un abrazo, Manolo

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    1. Hola José Maria, es muy cierto lo que cuentas de D. Gabriel, yo no quería cargar más las tintas por el tiempo que ha pasado. Gracias que en 4° volvimos a recuperar a R.D. Francisco J. Varo, al menos en mi caso me puse más al dia. Por este motivo le he querido citar. En mi opinión D. Moisés , D. Francisco Javier Varo y D. Manuel Cuenca, ocupan los tres primeros puestos como profesores y personas que mejor nos trataron. Un abrazo.

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  3. Amigo Manolo, tu recuerdo nos pone el vello de punta al volver a estar otra vez sentados en aquellas aulas llenas de vida.
    Creo que todos éramos un poco especialistas en la confección de chuletas minúsculas, sobre todo en las ciencias con sus fórmulas breves.
    Sin embargo creo que cumplían una función docente, pues eran el resumen perfecto que cada cual reunía contra reloj en un trocito de papel, y que aquel manejo estresado a escondidas nos hacía aprendernos de memoria lo que era más difícil o importante de la asignatura.
    Un cordial abrazo.
    Juan Martín.

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    1. Gracias Juan Martín por tu comentario. Es verdad lo que dices de las chuletas , también significaban un ejercicio didáctico . En mi caso es que no me entraban ya más fórmulas en la cabeza. Tenía el problema de que en todos los exámenes me ponía muy nervioso, si a eso le añades tener que sacar una chuleta por muy pequeña que fuera ....estaba completamente vendido, se notaba a la legua que estaba copiando y eso me pasó en un par de ocasiones en que lo intenté.
      Un abrazo también para ti.

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  4. Gracias Manuel, tus recuerdos nos devuelven un retazo de vida, estaba ahí aunque lo creíamos perdido. Un abrazo

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    1. Gracias a ti Pacocesar. Los recuerdos están dormidos, basta muy poco para que despierten y nos llenen de nostalgia por los momentos vividos.
      Un abrazo.

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  5. ¡Hola, Manuel!
    Lo primero que se me vino al recuerdo, cuando leía la odisea de tu barquito de papel fue la canción de Serrat
    :
    barquito de papel,
    aventurero audaz y sin frontera...

    Escribes muy bien y tu narración se hace fresca y muy amena.
    Tu memoria del barquito podría convertirse en el germen de una novela corta, y entorno al mismo, estructurar todo un desarrollo.
    Ya hablaremos, amigo.
    Un abbrazo.
    Antonio Roldán García.

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    1. Gracias Antonio por tu comentario. Lo de la novela corta...casi mejor lo dejo para ti. Escribo a base de mucho esfuerzo, cogiendo la "lima" y pasandola muchas veces por el borrador, ya me gustaría tener la mitad de facilidad que tenéis vosotros.
      Aprovecho la ocasión para enviar te un fuerte abrazo.
      Manuel Jurado.

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  6. Querido Manuel: Después de tus dos estupendas historias has ingresado por meritos propios en el gremio de los "escritores". Me ha encantado conocer tan detalladamente la curiosa anécdota. Yo te vi confeccionar alguna que otra chuleta preciosista, creo que a dos colores, condensando la máxima información en el mínimo espacio. Como te dije por teléfono una vez, recordaba cómo te desvalijó el profe de tu "creación" sin dejar de apreciar "su arte". Ahora conocemos toda la verdad. Caso resuelto. Mi enhorabuena por tu excelente relato. Un abrazo. Pedro

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    1. Amigo Pedro gracias por tus buenos deseos pero conozco mis limitaciones. Es verdad que cuando hablamos me recordaste esta anécdota, ya la tenia en mente dándole forma, tu recuerdo aceleró el proceso.
      Desde aquí te mando un fuerte abrazo.

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  7. Entrañable... "Creo que ninguno de nosotros tuvimos el honor de pasar a figurar, en un mueble bar, como simbolo del buen hacer" Mi enhorabuena.
    Un abrazo

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    1. Gracias Andrés por tu comentario.Hoy nos parece una anécdota simpática, por el tiempo pasado pero entonces lo pasé mal, incluso pensé que podía quedar marcado...
      Recibe un cordial abrazo.

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